jueves

Soy un mal amigo. Pésimo. Terrible. Es algo que siempre aviso desde el vamos a la gente que se siente predispuesta a entablar una amistad conmigo. No puedo prometer estar en las buenas y en las malas, soy un tipo con reacciones extrañas: no siempre voy a tener ganas de escucharte y mucho menos me voy a arriesgar a decirte que lo nuestro nunca se va a terminar.

Aparte, si ni siquiera puedo sostener mi decisión en Mc Donald’s acerca de lo que voy a comprar desde que comienzo a hacer la cola hasta que llego a la caja, ¿cómo te voy a mentir diciéndote que algo es para siempre?

Me desaparezco. Mucho. Y soy muy colgado. Soy poco demostrativo y demasiado bruto. Tengo un tipo de humor bastante raro y puedo hacer chistes sobre cualquier cosa mala que te haya ocurrido.

Quizá, como yo necesito reírme de las cosas malas que me pasaron, pienso que los demás deberían hacer lo mismo, y ahí está mi error: los demás no siempre son como yo.

Probablemente de la nada creas que estoy distante y me lo reproches. Ese día va a ser una de las pocas veces que logres enojarme. Y yo no me enojo nunca. Bah, casi nunca.

Pero como decía antes, no vas a poder reprocharme eso porque lo dejé claro de antemano cuando te aclaré que soy un mal amigo. Pésimo. Terrible.

No hay letra chiquita en este contrato. Es simple, vos sabés en lo que te estás metiendo al aceptar. Quizá te des cuenta de que no lo podés soportar y te quieras salir de eso, pero una vez que estampaste tu firma ya es demasiado tarde. Porque para ese entonces yo ya te voy a querer y no te voy a permitir que incumplas tu parte del contrato. Justo vos, que sí creías que la amistad era para siempre y que podías estar en las buenas y en las malas. La parte difícil es practicar lo que se predica y por eso yo no predico. Si no te prometo absolutamente nada y partimos de la base de que no tenés que esperar nada de mí, cualquier cosa que yo haga a partir de ese momento va a ser buena. Es como negativismo a la inversa.

Igual, miento, hay una cosa que sí te puedo prometer: voy a aceptar todo de vos. Incluso, si un día llegás a tener la necesidad de matar a alguien, me enojaría muchísimo no ser la persona a la que llamás en estado de shock para que te ayude a esconder el cuerpo y limpiar la sangre.

Hoy me desperté pensando en los inconscientes que firmaron ese contrato, los locos que después de saber todo esto igual lo harán y también, ¿por qué no? En los que lo rompieron. Deberían darles un premio por querer a alguien tan poco querible


imaginarparatransformar

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