Hoy no hay disfraces, es tarde (o temprano, el reloj marca casi las 2 AM). El alcohol no es buena compañía para momentos así, cuando la euforia te abandona y solamente quedás vos, con tu cuarto que parece todavía más grande, tan inmenso que no alcanzan las mantas para evitar que haga frío, ese frío de soledad, de sentir que algo que no está funcionando bien si siempre termino volviendo a casa y estoy solo.

¿Sería distinto si estuvieras acá? Tal vez, o tal vez no. Quien sabe, puede que en noches como estas piense demasiado en vos, y en otras noches simplemente me duerma sin darme cuenta. Pero hoy no quiero jugar a ser ese chico malo que parece conocer todas las respuestas, que siempre se ríe con sarcasmo y pareciera estar un paso más adelante de los demás. Esta noche quiero (necesito) que me abracen, como si tuviera cinco años, que me digan que las cosas van a estar bien, que me sonrían para tranquilizarme y calmar a mi alter-ego que constantemente está obligado a hacer lo que sea para llamar la atención.

“Y el miedo se va si estás conmigo, y quiero que el miedo se vaya cuando esté con vos”, pienso en continuado. Como un mantra, una receta mágica. ¿Te das cuenta? ¿Sabés que esto es para que lo leas solamente vos?

Buscame, estoy más cerca de lo que creés. Mirame para encontrarte.

Y abrazame para rescatarnos de la nada absoluta.

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